El año 2025 está marcado por transiciones astrológicas que subrayan el colapso de lo que ha sido nuestro sostén externo, tanto a nivel colectivo como individual. Existen varios indicadores astrológicos de ello: 1. El cambio de signo de los nodos lunares. El Nodo Norte ingresa en Piscis, el último signo del zodíaco, asociado al caos, la disolución y la falta de firmeza material. Piscis no se relaciona con lo físico ni con lo tangible, sino con lo etéreo, lo abstracto. Donde está el Nodo Norte, hay un aumento...
El año 2025 está marcado por transiciones astrológicas que subrayan el colapso de lo que ha sido nuestro sostén externo, tanto a nivel colectivo como individual. Existen varios indicadores astrológicos de ello:
1. El cambio de signo de los nodos lunares. El Nodo Norte ingresa en Piscis, el último signo del zodíaco, asociado al caos, la disolución y la falta de firmeza material. Piscis no se relaciona con lo físico ni con lo tangible, sino con lo etéreo, lo abstracto. Donde está el Nodo Norte, hay un aumento de esa energía, y su presencia en Piscis indica una creciente sensación de inestabilidad externa, un llamado a soltar las bases materiales para conectar con algo más profundo (lee más sobre los nodos lunares en Piscis y Virgo aquí).
2. El ingreso de Saturno en Aries. Saturno entra este año en Aries, su signo de caída. Esto significa que todo lo que Saturno rige —gobiernos, figuras de autoridad, jerarquías, estructuras tangibles y la materia misma— se encuentra en un estado de debilidad (sí, seguiremos viendo gobiernos que caen). Saturno es el planeta que simboliza la manifestación tangible, aquello que da forma y estabilidad en el mundo físico. En términos literales, este tránsito puede manifestarse como caídas, derrumbes, finales o crisis en estructuras físicas y simbólicas.
3. Marte retrógrado en Cáncer. Aquí, Marte también se encuentra en su signo de caída. Esto significa que todo lo que Marte rige —el deseo, la acción directa, el impulso para intervenir en nuestro entorno— pierde fuerza, al menos en un primer momento. Marte representa nuestra capacidad de actuar, de sentir que tenemos cierta influencia sobre lo que ocurre a nuestro alrededor. Pero durante su retrogradación, esta energía se ve sumamente debilitada. Cáncer (un signo de agua) está vinculado al pasado, la tradición y la memoria. Es un retorno a las raíces, un viaje hacia aquello que no se ha manifestado aún, hacia un “útero” simbólico donde lo antiguo se disuelve para dar paso a lo nuevo. El agua, como elemento, no construye; disuelve, erosiona y purifica. Es el cierre de un ciclo, la limpieza necesaria para abrir espacio a una fertilidad renovada, una abundancia de posibilidades aún por manifestarse (lee más sobre el tránsito de Marte retrógrado aquí).
4. Eclipses en Virgo y Piscis a lo largo del año. Los eclipses de por sí señalan cierres y nuevos comienzos. Piscis, asociado al caos y la disolución, nos habla del final de estructuras tangibles que daban estabilidad. Aunque en un inicio pueda sentirse caótico, este proceso es necesario para permitir un reordenamiento. Los eclipses en Virgo y Piscis nos invitan a soltar lo externo y conectar con un orden más profundo, uno que trascienda la materia.
5. Retrogradación de Venus en Aries y Piscis. En 2025, Venus retrograda desde Aries hasta Piscis, un recorrido que simboliza un descenso. Aries, como inicio, marca el impulso vital: lo nuevo, lo que surge sin haber sido moldeado. Piscis, en cambio, representa el final. Es el caos, la disolución, la muerte simbólica necesaria para que algo pueda renacer. Este tránsito nos obliga a enfrentar una caída —un retroceso en los valores que sostenemos y en lo que consideramos armonía— antes de alcanzar una transformación más profunda.
El planeta Venus se llama así en honor a la diosa romana del mismo nombre. Sin embargo, Venus es sólo el nombre romano de un arquetipo universal que está presente desde siempre en todas las culturas. Entre sus equivalentes encontramos a Inanna, una de las divinidades más importantes del panteón sumerio. Inanna es la protagonista de un mito que resuena profundamente con el momento colectivo que atravesamos. En este 2025, su historia se convierte en un reflejo poderoso de los procesos de transformación y disolución que todos estamos llamados a vivir.
¿Quién es Inanna en la Mitología Sumeria?
Inanna es una de las deidades más importantes de la mitología sumeria, conocida como la diosa del amor, la fertilidad, la belleza, el deseo, pero también de la guerra, la justicia y el poder político. Su complejidad como figura divina la convierte en un arquetipo fascinante que abarca tanto lo creativo como lo destructivo. Como hablábamos arriba, es el equivalente sumerio de Venus; aunque con un carácter más amplio y dinámico. Inanna rige sobre los ciclos de la vida y la muerte, la transformación y el renacimiento, representando la conexión entre lo terrenal y lo divino.
En los mitos sumerios, es descrita como una figura poderosa y audaz, capaz de desafiar las normas establecidas y enfrentarse a otras deidades. Su mito más conocido, en el cual desciende al inframundo, la muestra abandonando todo lo que la define externamente para confrontar las profundidades y renacer transformada.
El mito dice así: Inanna decide descender al inframundo para visitar a su hermana Ereshkigal, la diosa de ese reino oscuro. Ereshkigal estaba atravesando un duelo devastador tras haber quedado viuda —aunque ella misma había asesinado a su marido —, permaneciendo en un estado de profundo dolor y desconsolación.
Para acceder al inframundo, Inanna debe atravesar siete puertas, y en cada una de ellas se ve obligada a despojarse de un símbolo de su poder y estatus: sus joyas, su juventud y belleza, sus vestimentas y sus atributos divinos. Finalmente, llega desnuda, completamente vulnerable, frente a su hermana. Sin sus protecciones externas, Inanna queda expuesta a la fuerza de Ereshkigal, quien en ese encuentro la asesina.
Aunque Inanna es revivida posteriormente, este descenso simboliza la rendición absoluta de lo externo.
El Descenso de Inanna: Un Ejercicio de Desapego
Ahora vamos a utilizar este mito del descenso de Inanna para realizar un ejercicio introspectivo y transformador. No pensemos en los mitos como historias sin conexión con nuestra vida. Aunque nunca ocurrieron en un tiempo o espacio específicos, los mitos siempre están ocurriendo, porque representan lo más profundo de la naturaleza humana y sus símbolos.
Este ejercicio, inspirado en el descenso de Inanna, nos invita a atravesar nuestras propias siete puertas, soltando capa por capa aquello que creemos que nos define. Se recomienda hacerlo con calma y repetirlo varias veces a lo largo del año. Con cada práctica vamos a descubrir nuevas capas de nosotros mismos. Al cabo de varias repeticiones, habremos cambiado completamente nuestra energía.
En la medida que lo vayamos haciendo, pueden surgir emociones como miedo, inseguridad o vacío. Es normal y parte del proceso. Lo importante es ir a nuestro ritmo, con paciencia y apertura, permitiendo que este trabajo interno nos prepare para abrazar la energía transformadora de 2025.
Cómo Comenzar el Ejercicio
Primero, busca un lugar tranquilo donde puedas estar en silencio y sin interrupciones. Siéntate cómodamente, cierra los ojos y comienza a visualizar (si quieres, puedes grabar previamente este ejercicio en un archivo de audio para poder escucharlo mientras lo practicas). Vamos a atravesar estas siete puertas, soltando en cada una de ellas algo que hemos usado para definirnos. Este descenso es un viaje simbólico hacia lo esencial, una oportunidad para encontrar lo que realmente somos cuando dejamos atrás lo externo.
Primera Puerta: Las Posesiones Materiales
En esta primera puerta dejamos atrás nuestras posesiones. Esos objetos que nos han acompañado, que creemos indispensables o que, de alguna manera, definimos como parte de quienes somos. Tal vez sean bienes de valor, propiedades, recuerdos o simples cosas cotidianas que usamos para sentirnos seguros. Visualiza cómo colocas cada uno de estos objetos en la puerta y das un paso adelante, sin llevar nada contigo.
Preguntas para reflexionar:
1. ¿Qué emociones afloran al dejar todas estas cosas atrás?
2. ¿Hay objetos que acumulo buscando que me definan?
3. Si todo lo que tengo desapareciera hoy, ¿quién sería sin ellos?
Segunda Puerta: Los Títulos Profesionales
Aquí dejamos nuestras credenciales, los títulos que con tanto esfuerzo hemos alcanzado. Doctorados, licenciaturas, especializaciones, roles profesionales: todos ellos quedan atrás. Piensa en cómo estos logros han moldeado la percepción que tienes de ti mismo/a. Coloca simbólicamente tus títulos en esta puerta y sigue avanzando.
Preguntas para reflexionar:
1. ¿En qué medida mi valor personal depende de los títulos que he obtenido?
2. ¿Qué aspecto de mí mismo/a queda sin ser reconocido sin esos logros?
3. ¿Cómo me percibo a mí mismo/a sin mi rol profesional?
Tercera Puerta: La Reputación
En esta puerta dejamos ir nuestra reputación: cómo los demás nos ven, las expectativas que hemos construido a su alrededor y las máscaras que usamos para cumplirlas. Nos liberamos de esa necesidad de ser vistos de una cierta manera. Suelta esa carga en esta puerta y sigue adelante.
Preguntas para reflexionar:
1. ¿Qué parte de mi identidad está más ligada a cómo me perciben los demás?
2. ¿Qué sería diferente en mi vida si no buscara aprobación externa?
3. ¿Cómo cambiaría mi forma de actuar si dejara de preocuparme por mi reputación?
Cuarta Puerta: Las Relaciones Personales
Aquí dejamos nuestras relaciones: nuestra pareja, nuestros hijos, nuestros amigos, es decir aquellas relaciones que son parte fundamental de nuestra vida diaria. Este no es un acto de abandono, sino una invitación a soltar el apego. Dejamos atrás la necesidad de definirnos a través de esas conexiones para encontrarnos con lo que hay más allá. Despídete de ellos, atraviesa la puerta y sigue adelante.
Preguntas para reflexionar:
1. ¿Qué relaciones en mi vida siento que me definen más de lo que deberían?
2. ¿Qué miedos surgen al imaginarme sin esas conexiones?
3. ¿Qué partes de mí mismo/a se manifiestan solo cuando estoy en soledad?
Quinta Puerta: El Estatus Social
En esta puerta soltamos nuestro estatus: nuestras afiliaciones políticas, religiosas, culturales y sociales. Todo aquello que nos da un sentido de pertenencia externa. Imagina cómo dejas estas etiquetas y cruzas la puerta sin ellas, despojado/a de los roles que ocupas en un grupo o comunidad.
Preguntas para reflexionar:
1. ¿Cómo definiría quién soy sin el grupo al que pertenezco?
2. ¿Cuánto de mi sentido de valor depende de mi lugar en la sociedad?
3. ¿Qué espacio interno se abre si dejo de identificarme con etiquetas externas?
Sexta Puerta: La Apariencia Física
En esta puerta dejamos nuestra apariencia: nuestros rasgos, nuestra forma de vestir, nuestro cuerpo tal como lo conocemos. Dejamos ir la identificación con lo físico, esa imagen que proyectamos hacia afuera. Imagina cómo entregas incluso tu etnia, tu estado de salud, tu belleza o tus imperfecciones. Avanza sin esas capas externas.
Preguntas para reflexionar:
1. ¿Qué aspectos de mi apariencia siento que más definen quién soy?
2. ¿Cómo sería mi relación conmigo mismo/a si no existieran espejos ni juicios externos?
3. ¿Qué descubro sobre mí al imaginarme sin ninguna forma física?
Séptima Puerta: El Control y las Certezas
En esta última puerta dejamos aquello que más nos cuesta soltar: el control, la necesidad de certeza y todo lo que nos conecta con la materia como sostén de nuestra existencia. Aquí enfrentamos el vacío, el no saber, el soltar las riendas de lo que creemos poder manejar. Dejamos atrás nuestras creencias más profundas sobre lo que nos define como seres humanos. Esta puerta nos invita a rendirnos por completo.
Imagina cómo sueltas esa necesidad de tener respuestas, de mantenerte seguro/a a través de lo tangible y predecible. Atravesar esta puerta es entregarse a lo desconocido, es confiar en que hay algo más allá de lo que podemos controlar o comprender.
Preguntas para reflexionar:
1. ¿Qué aspectos de mi vida intento controlar más y por qué?
2. ¿Cómo me siento cuando enfrento lo incierto o lo desconocido?
3. Si todo lo que considero seguro desapareciera, ¿qué parte de mí permanecería intacta?
Después de Atravesar las Siete Puertas
Ahora, tómate un momento para detenerte y observar qué quedó después de las siete puertas. Visualiza el espacio en el que te encuentras ahora, libre de todo lo que solías cargar. Pregúntate: ¿qué hay aquí? ¿Qué siento en este estado de desnudez, de vulnerabilidad? Permítete explorar lo que surge, sin juicio. Tal vez haya una sensación de vacío, pero también de ligereza. Quizás encuentres una chispa de algo más profundo, algo que no depende de lo externo. Este es el núcleo esencial de tu ser, aquello que permanece intacto cuando todo lo demás se disuelve. Reflexiona sobre cómo se siente habitar este espacio y qué posibilidades pueden nacer desde aquí.
Cuando hayas terminado, respira lentamente y vuelve de a poco a tu realidad cotidiana, sintiéndote ligero/a, revitalizado/a y seguro/a.
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Este ejercicio puede generar una montaña rusa de emociones: miedo, inseguridad, vacío. Pero es precisamente en ese vacío donde reside la oportunidad de conectar con nuestra esencia más pura, esa parte de nosotros que trasciende lo material y lo superficial.